Jubilación: un mundo nuevo

Pareja de mayores jubilados

Elena Maldonado González, Técnico de juventud, ocio y voluntariado de FAAM

En esta sociedad en la que siempre vamos con prisas de un lugar para otro, donde las 24 horas del día nos parecen pocas para hacer todo lo que queremos, siempre con mil tareas pendientes, la jubilación se nos presenta, por un lado, como una liberación del estrés diario pero, por otro, como una maldición pues nos asalta la gran pregunta: ¿y ahora qué hago?

Ser mayor demasiado a menudo se asocia con no servir para nada o, al menos, no servir para todo lo que podíamos hacer antes. Nada más lejos de la realidad. Cuando se acaba nuestra vida laboral puede y debe abrirse un mundo de posibilidades para llenar nuestro día a día. No se trata ni mucho menos de pasarse el tiempo mirando la televisión. Tenemos que dar un paso adelante y llenar nuestra nueva vida de contenido, de sentido. Por una parte es muy importante la socialización. No nos podemos quedar en casa: hay que salir a la calle cada día para encontrarnos con amigos, familiares, vecinos o por qué no, con desconocidos que dejen de serlo, nunca es tarde para ampliar nuestro círculo de amistades. Por otra parte, jubilarse no significa dejar de hacer las actividades que hacíamos antes, sólo de planteárnoslas de otra manera. Acostumbrados a no tener tiempo para nada ahora tenemos tiempo para todo: ¡aprovechémoslo! Dar paseos, ir al cine, al teatro o a un concierto, tomar un aperitivo fuera de casa, visitar a amigos o familiares que antes sólo veíamos en ocasiones señaladas… Con frecuencia ocurre que pasamos del todo a la nada, es decir, de la plena actividad a la inactividad casi absoluta, y eso es un terrible error. Jubilarnos de nuestro trabajo no es jubilarnos de nuestra vida.

Otros mundos de posibilidades que se abren ante nuestros ojos son los de viajar, apuntarnos a talleres o cursos, retomar los estudios que dejamos aparcados en su momento por la razón que fuese, empezar a colaborar en nuestro centro vecinal, en actividades de voluntariado, etc. Quizá pensemos que somos “demasiado mayores” para hacer todo esto: nunca se es demasiado mayor para nada, sólo cuando dejamos de existir se acaban nuestras oportunidades de seguir creciendo como personas y enriquecer al entorno que nos rodea con nuestras ideas y acciones. Que no nos detengan tampoco nuestros problemas de salud: muchos jóvenes los tienen y eso no los frena, a nosotros tampoco debe impedirnos actuar.

¿Y ahora qué hago? Lo mejor que podemos hacer es dejar de lamentarnos por el tiempo perdido o por los achaques propios de la edad, y movernos. No esperemos a nada ni a nadie (llevamos toda una vida esperando a alguien o algo que nunca llega). Demos un paso adelante y disfrutemos al máximo de cada uno de nuestros días: hoy es el primer día del resto de nuestra vida.